Hemos oído quejas sobre los funcionarios. Frecuentes críticas. No es raro que sea una generalización descalificadora. Es peligroso generalizar. Aunque puede haber hábitos corporativos en las profesiones, el individuo prevalece ante la cuestión moral. Y, pienso que todos los actos son morales. Hay en ellos bien o hay en ellos mal. También en los tenidos por neutros. Finalmente la pregunta valiosa es si estoy haciendo, diciendo, dejando de hacer, o de decir lo que es correcto.

Es la persona la que manda. Su voluntad tiene carnet de piloto: lo que él elige, por qué lo elige y a qué lo destina es la clave. No es un clave colectiva. Es llave que está en el corazón. Es injusto acusar a todo un enorme grupo, metiendo a todos en el mismo saco: los vascos, los curas, los panaderos, los militares, los americanos, los funcionarios… Seguro que es injusto hasta juzgar, porque en materia de virtudes – valores, las llaman ahora – no conozco a nadie que haya aprobado la oposición a juez. Sólo hay uno.
Esta mañana he tenido que hacer una gestión en la Delegación de Hacienda con cita previa. Ahora la cita previa es realmente previa a todo. Poco puedes hacer en sitios como Hacienda si previamente no has logrado tu ticket de cita. La práctica se extiende como el cangrejo azul del Delta del Ebro (Hermanos Roca, dixerunt), especie invasora que se han comido los del Calentamiento. Invasora y tenaz que ha entrado en algunos bancos, bastantes hospitales y en ciertos amigos que son literalmente inabordables si tu nombre no está en la agenda. Será más eficiente. Pero va menos con mi carácter. Sobre todo porque no asegura la atención puntual. Tu tiempo no es su tiempo. Sigo pensando que la agenda es para el hombre y no el hombre para la agenda.

Hoy la cita previa de Hacienda ha funcionado bien, con un tolerable retraso de veinte minutos. Pero lo glorioso es haberme tocado ser atendido en la Mesa 17. (¿Qué tendrá este número, amiga del alma?). En la Mesa 17 estaba un hombre, ni alto ni bajo, ni joven ni viejo, ni triste, ni aburrido, ni hosco, ni “vuelva-usted-mañana”.
Enseguida, gracias a la cita previa, sabía a qué asociación iba representando y, cuando le he expuesto mi problema, con un asentimiento de cabeza ha mostrado que se ponía en mi lugar.
Luego ha sumergido su mirada en la pantalla del ordenador e interpretado con los dedos sobre el teclado una especie de sinfonía de sortilegio – parecía un Richard Clayderman en una copla de melancolía–, para en pocos minutos, casi nada, decirme con un sonrisa que no me preocupara, que el asunto estaba resuelto, que no había deuda alguna que satisfacer. Ha dado otro par de toques de tecla y alargando su mano izquierda hacia la cercana impresora ha recogido y me ha entregado la carta de pago, prueba de libertad económica frente al fisco.
No niego la probabilidad de estar predispuesto a favor del funcionario eficaz y amable por esta circunstancia de respiro fiscal. Y también es información valiosa saber que, nada más llegar, el feliz personaje me ha revelado que era su último día antes de comenzar vacaciones con su esposa, pues en verano sólo estuvo una semana.
Cuando, en un alarde de servicio, se disponía a darme otros dos documentos eficaces pata la defensa de mis intereses “el sistema se ha caído”. (Tendremos que hablar otro día de esa frase de cinco palabras que tanto daño hace a las mentes analógicas). El caso es que mientras el sistema se “levantaba”, hemos podido intimar. He descubierto una persona abierta, lectora, visitante de exposiciones, viajera, amante de la familia y de un mundo con televisión limpia y gente centrada. Lo dicho: eficaz y amable funcionario. El único poco diligente he sido yo, que no le he preguntado su nombre.

Volveré, que dijo McArthur. La amistad está muchas veces en volver. Y volver a volver. Construir con cada ladrillo de apertura a otro. Un nuevo ladrillo en el muro cada vez.
Idea fuente: las personas son capaces de pequeños grandes logros.
Música que escucho: Another Brick In The Wall (Part 2), Pink Floyd (1979)José Ángel Domínguez Calatayud