.- Tengo una cosa para ti – le dijo él en la charla telefónica de la tarde de Nochebuena.
.- ¡Sí! Y yo otra para ti- respondió ella con alegría.
Querían estar solos para hacer la magia del intercambio cuando pudieran verse los dos juntos, apartados de indiscretas miradas. Con el barullo de las dos familias y las fecha navideñas eso no iba a suceder hasta del 26 de diciembre.
Se vieron en la cafetería Gaztedi la tarde de ese día. Sonaba en el ambiente la poco navideña aunque entrañable “Close to you”, de The Carpenters. Se pidieron sendos cafés y se entregaron los regalos de Navidad. Ella le dio a él un par de gemelos con unas iniciales muy sugerentes para ambos. Él a ella, un llavero de Loewe con la letra C

Se rieron por la coincidencia de que los dos regalos tenían letras grabadas. El tiempo les diría la importancia de las letras, las claves y los signos. Los signos significan. Sólo para los que tienen la clave para interpretarlos. Rieron con ganas llenos de la felicidad de un encuentro tan de ellos, entonces una pareja de jóvenes enamorados…
Ahora, ella, varias décadas después de aquel regalo, abrió su armario para esconder en el fondo un regalo que el nieto abriría el día de los Reyes Magos. No podía verlo antes.
Al llegar con su mano al fondo, debajo de los vestidos, tocó otra caja. La sacó. Algunas veces la había sacado. Bien sabía lo que contenía. Siempre la había llevado con ella, mudanza tras mudanza, de una ciudad a otra, de una casa a otra. Nadie salvo ella podía llevarla, cogerla ni ordenarla. Menos abrirla. Dentro no había demasiadas cosas: un bote vacío de colonia de una conocida firma francesa; dos pañuelos de seda; una pulsera que no se ponía desde hace años, bastantes fotos, algunas en blanco y negro y el llavero que conservaba desde aquella época juvenil pero que tampoco usaba hace años.
Aquella caja era un santuario, un lugar para actualizar añoranzas, para tornar a los tiempos felices cuando las cosas, pensaba ella, eran más sencillas. Esta vez sacó sólo el llavero, acarició la piel y se alegró porque el propio llavero conservara su dignidad, la esencia de artesanía de aquella firma, la letra grabada plena de significado.

Se miró las manos, intuyó sus propias arrugas e imaginó el deterioro propio de la edad de él y de ella. Iba a llorar; la silente lágrima asomó húmeda a su cara.
Pero se frenó; le vino a la memoria cómo él, aquel 26 de enero, le secó con su pañuelo blanco en el mismo ojo una lágrima. Aquella fue de la emoción y la alegría. Y volviéndose a mirar las manos con el llavero prieto en ellas, se le iluminó el corazón con una idea que él le había transmitido una última vez: “las cosas bien hechas duran cuando integran su primera dignidad, la esencia de su propósito y el significado que tienen para quienes las comparten”. Son valiosos cuando integran noblemente todo eso, sean cosas físicas, ideas o sentimientos.
El propio llavero – se dijo – es una clave para vivir mi vida. ¿Qué será de la de él?
Idea fuente: Buscando el valor de las cosas pasado el tiempo que las vio nacer
Música que escucho: Close To You, The Carpenters (1970)J
José Ángel Domínguez Calatayud