La profesión de periodista sigue entre las más peligrosas. Comunicar puede hacerte envejecer más rápido que callar. No sólo que eres esclavo de tu palabras y dueño de tus silencios, lo cuál no siempre se cumple al pie de la letra. Hay mucho silencio obligado por los mismos que secuestran la verdad y la encierran en su cápsula de Lo-Que-NO-Se-Puede-Decir y liberan embustes esenciales con aromas de Lo-Único-Que-Hay-Que-Decir.
Sí: comunicar ya provoca miedo mortal a muchos en prensa, radio, televisión. Se trata de profesionales que saben la verdad pero necesitan comer caliente y dormir sin que te den la tabarra. Se trata de sobrevivir en el medio, porque fuera del medio hace mucho frío. Y el medio no es ya sólo los media: es el ambiente social, el círculo de reconocimiento en tu ciudad, el aire que se bebe en una opinión pública donde no se sabe qué es verdad. Y lo que se sabe no se sabe explicar. O no hay manera para tratarlo con honradez. Y salvar la verdad y con ellas la convivencia.

Robo la frase con la que Morgan Godvin termina su alegato («My friend and I both took heroin. He overdosed. Why was I charged with his death?«, The Washington Post, 26/11/2019) sobre el distinto trato que se da en materia de muerte por sobredosis en USA: “Podemos exigir venganza o podemos salvar vidas, pero no podemos hacer ambas cosas”.
Es decir, en materia de libertad y opinión pública: “podemos pactar con lo políticamente correcto o comportarnos con valor, pero no podemos hacer ambas cosas”.
Escribid, pues, sin miedo lo que sabéis con certeza contrastada.
Idea fuente: el valor de escribir sin herir y sin plegarse
Música que escucho: Getting Good, Lauren Aliana (2019)
José Ángel Domínguez Calatayud