En la sección “Life & Stile” de un diario londinense (The Guardian, 23/01/2020) se invita a los lectores a que hagan preguntas sobre la Vida, sobre el Estilo, las buenas costumbres o las dudas de enfoque en los afectos. La encargada de responder una de ellas fue Eleanor Gordon-Smith. Fina en el análisis hasta llegar a la fibra de la cuestión, da un respuesta razonada. Nunca sabremos si satisfactoria para el interpelante.
La que ocupaba a Eleanor el día 23 de enero era si existe afecto en la amiga que hace más caso a sus propios planes que a uno mismo: “My best friend seems to have no time for me. Am I being too demanding?”. Mi mejor amiga parece no tener tiempo para mí. ¿Estoy siendo demasiado exigente?

Lo primero que salta a la vista, como en tantos aspectos de la vida, es el valor del tiempo. Muchos rechazan que el tiempo sea una medida del cariño. No pocas hablan de “tiempo de calidad”. Se aprecia en frases como “lo importante es dar a los hijos un tiempo de calidad”, dicha por madres (padres) que son vistos por su hijo menos minutos que la nani, el cuidador o quien sea que se ocupe de la criatura varios días a la semana, varias horas al día.
Otro extremo es el de quien pretende – o casi – pasar “todo el tiempo con él”. Lo hemos visto en no pocas parejas. Los smartphones permiten tal intensidad.
El artículo de Gordon-Smith se centra más en el modo diferente en que dos personas que se tienen afecto administran su agenda. El análisis de la agenda no siempre da la radiografía del amor de amistad.
En los ejemplos anteriores, ciertamente, hay mujeres que echan un montón de horas en la oficina, muy en contra de su voluntad por hacer frente a las facturas. En hombres también se dan casos. Luego, en los fines de semana se emplean con ocurrencia e imaginación en planes para compartir la piel del tiempo con los hijos o los amigos. Hacen sinceros esfuerzos por hacerse visibles y audibles hasta el domingo noche. Es agotador.

Lo de “todo el tiempo con él”, con ella, es avistable en las víctimas del flechazo amorosos: ven por sus ojos; beben el aire que respira; el tiempo es “ansiedad, angustia y desesperación y, si no es posible el cara a cara siempre les quedará el pantalla a pantalla. No me extiendo, pero les invito a escuchar baladas de los 60’ que lo describen con emocionada perfección.
No hay receta única para esa medida del amor que es el tiempo. Me he acordado de una conversación de varios amigos con un profesor: D. Vicente. Habló de tres formas: “dar dinero, dar tiempo, dar la vida”. Dar dinero no dice cuánto ni de qué calidad es el cariño. El tiempo, por su parte, es medida del amor cuando vuelca en él dos cosas: deseo de unión y actos “oxigenados” de bien: palabras de comprensión, escucha atenta, pequeños y amables servicios inesperados.
Dinero, tiempo… y la vida. Dar la vida no mide el amor: ¡es el amor! Cuando eso es así el problema mayor ya no es la agenda: las prioridades encuentran solas su cumbre. Nos damos la existencia en un whatsapp, en una visita, en una plegaría, en una risa juntos… en una lágrima a solas. Y en el dolor de la llamada no respondida.

Idea fuente: el tiempo, la vida, las agendas en la amistad y en el amor
Música que escucho: “Toda una vida”, Mayte Martín (2002)
José Ángel Domínguez Calatayud