Ha causado gran conmoción que Joaquín Sabina se cayese del escenario en plena actuación. Se hizo mucho daño. Volvió a salir en silla de ruedas. Y lo hizo de nuevo sólo para informar al público de que no podía continuar a causa del fuerte dolor del hombro. También pidió perdón por la suspensión del espectáculo. Tuvo tiempo y ganas para prometer que volvería en mayo. “No tiren las entradas”.

Antes de nada hay que recordar que ya en el hospital el diagnóstico no se paró en el hombro: esta mañana fue operado del derrame cerebral producido como consecuencia de la caída desde el escenario al foso.
De la noticia son notables varios fenómenos.
Uno de comunicación: mientras hay personajes a los que es imposible escucharles una sencilla declaración o verles en una comparecencia respondiendo a la prensa o reconociendo un error o una debilidad, el cantautor, con el hombro dolorido y un oculto daño cerebral se humilla, pide perdón por no poder terminar su trabajo y les implora la pequeña fidelidad de no tirar la entrada.
Sucedió lo lógico: aplauso y un espontáneo corear de su nombre. No siempre es tan difícil comunicar: basta la sinceridad de mostrar las heridas; la veracidad en el mensaje, y la empatía – abrazo espiritual – entre el que habla y el que escucha. Aunque, bien mirado, ahí los dos se hablan y se escuchan. Es el abrazo entorno al mensaje: ¡estamos unidos por la música!
El otro fenómeno, cosa esplendorosa, es de Perogrullo: para caer del escenario hay que estar subido a él. Normal, pero él tiene 71 años. La noticia podría ser que el madrileño sube al escenario. Cantar un concierto, y otro, y otro con 20 años es sufrido. Pero dar el Do de pecho pasados los setenta es digno de titulares. Los viajes, los traslados, el no tener casa durante la gira, el preservar la forma física y la cuerdas vocales tiene un gran mérito a su edad.
Es además una modelo de testimonio para quienes vivimos una cierta comodidad, una jubilación o, desde luego para quienes a menor edad parasitan las entrañas del Estado o de las empresas.
Sí, el titular es “Joaquín Sabina sube al escenario”. Y con esta noticia damos en su persona un homenaje a madres-abuelas, a artistas mayores que siguen al pie del cañón más cerca del siglo entero que del medio. Encontramos en casi todas las profesiones ejemplares humanos que encuentran en el trabajo experimentado la voz callada del gran ejemplo: abogados, escritores, médicos, pintores, sacerdotes, tenderos y una infinidad de varillas en el amplio abanico del quehacer humano siguen al pié del cañón. ¡Aúpa, tú!
Mujeres y hombres hay que, marchados – o expulsados – de su original escenario, han rehecho su alegría de dar en actividades altruistas: enseñar, ayudar, asistir desvivirse hasta dar el número del móvil a personas necesitadas.

A tu alrededor tienes muchos escenarios donde esperan la mejor versión de ti. Canta la canción que a ti te parece que te sale bien y exprésales de verdad: ¡estamos unidos!
Idea fuente: un profesional de la música cae de un escenario durante un concierto
Música que escucho: Calle Melancolía, Joaquín Sabina (1980)José Ángel Domínguez Calatayud