La sonrisa (Regalo de siete relatos: VI)

Aquellas sonrisa iba a conquistar muchos mundos.

Su propietario era un joven, delgado, de ojos claros y vivaces. Pero el rasgo que mejor le distinguía era su pelo: era pelirrojo casi naranja. El cabello liso estaba bastante ordenado. Con la brisa aleteaba un flequillo rebelde.

Vestía, a la usanza de los jóvenes urbanos de hoy, unos raídos vaqueros, una sudadera color guinda de Hard Rock Café y una zapatillas deportivas de no mejor aspecto que el resto de la indumentaria.

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Sentado en aquel céntrico parque de concurrido paso para cuantos accedían al centro de la ciudad, o que de él salían hacia el Sur, tenía un libro delante y unas extrañas erupciones en la frente y en mejilla derecha.

El conjunto del cuadro presentaba como algo más aceptable que se trataba de un joven pedigüeño y no de un estudiante. Por eso algunos pocos le dejaban unas monedas en la gorra que estaba junto a él. La gran mayoría de lo viandantes pasaban sin mirar; otros retiraban la vista enseguida metidos en sus asuntos.

Sí hubo personas de buen corazón que le decían «mírate eso», indicando las erupciones. O «vaya como tienes la cara».

El joven no respondía a estas observaciones. No quería hablar, pues sentía fiebre y cierto malestar en las articulaciones. Se había salido de clase: no podía prestar atención. De todas maneras junto al color de pelo era su sonrisa a todos algo llamativo. Todos sus dientes querían jugar a dar alegría y acompañar a una mirada de clara y cansada amabilidad.

Pero ya digo: poca o ninguna atención y algún consejo nada más. Él en esos momentos sentía añoranza de su madre que seguro habría puesto remedio. Pero su madre estaba en casa en otra ciudad distinta. Era él quien se había marchado de la casa familiar para seguir sus estudios. Su madre seguro que habría encontrado una medicina, o le habría arropado en la cama y le habría preparado tocino de cielo, su postre favorito. Ahora sonrío para sí con algo de añoranza.

Pasó un señor mayor que le arrojó un euro en la gorra. Ahora la sonrisa era por ese euro y algún otro que ya había recogido. Todas las veces quiso devolverlo pero se dio cuenta de que la gente que echaba euros se alejaba más rápidamente, sin darle tiempo a protestas. Cosa curiosa le pareció.

Un hombre bien trajeado pero de sport que había pasado hacia el centro como un cuarto de hora antes volvía desandando el camino. Se dirigió hacía el joven pelirrojo y le habló:

.- Hola – le saludó, luego le dio una caja de paracetamol y una botella de agua que acababa de comprar junto a la farmacia y siguió hablándole-: tienes algo de fiebre, te duelen los huesos un poco y estas algo desorientado.

A cada una de estas afirmaciones del caballero el decía que sí. Luego le preguntó con cara de asombro:

.- ¿Es usted médico?

.- No, escritor, pero lo que tienes puede ser lo que sufrió un hijo de un buen amigo; se llama la «quinta enfermedad» si no estoy equivocado. Ve ahora mismo a urgencias…¿Sabes ir?

.- Sí, sí: está muy cerca – respondió sonriendo el pelirrojo -. Muchas gracias.

Luego obligo al caballero escritor a aceptar las monedas que le había ido echando la gente que pasaba. Se rieron juntos de ese detalle y antes de despedirse el chico pelirrojo le oyó decir:.

.- Y la mejor medicina para todos – concluyó el escritor – es tu sonrisa a todos. La he visto desde que pasé la primera vez. Además de ayudar a tus propios males, deja huella sana en los que la ven.

El chico pelirrojo miro a los ojos de su interlocutor con la mejor de todos sus sonrisas.

Idea fuente: el valor de la sonrisa

Música que escucho: The shadow of your smile, Astrud Gilberto

José Ángel Domínguez Calatayud

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