Dos estrellas grabadas en el tronco

En cuanto las vi sentí la necesidad de llevármelas. Allí grabadas me llamaron pidiendo venirse conmigo. No podía arrancar el árbol en cuyo tronco estaban. Ni cargar con él. En el universo, cosas y personas se dividen en dos grupos: las que se quedan donde están y las que se van sin que nada puedas hacer para retenerlas. Las dos estrellas se quedarían a la intemperie. Pero se vendrían conmigo del único modo posible: un foto. Esta foto.

Un foto de una estrella no es la estrella. La rosa del último regalo del amigo no es el amigo. Pero muchas cosas tienen la virtud de darnos la energía y la vida de un volcán, aunque el volcán hace años cerrara sus fauces.

Lo mismo mis estrellas. Las originales cuelgan del firmamento. Vuelan juntas en la misma órbita de los recuerdos y los recuentos inyectando vida en cada nueva aparición.

A veces, en las noches de invierno, el cielo casi negro, casi azul me deja observarlas. Las veo como estas del árbol. Se dan la mano. Las que se separaron de mí, caminan con rayos entrelazados para no separarse de sí. Y se prestan fuego para arder con mayor fulgor y hacerse visibles, emocionantes para un tonto humano que las mira y mueve la cabeza asintiendo a lo que siente.

No mueren la estrellas. En eso aventajan a los animales domésticos, a los proyectos fatuos.. a los amores. La estrella la tienes siempre, todos los días de tu vida. Y si una inoportuna masa de nubes negras se interpone, no importa. Las nubes son por esencia, como los personajes molestos, efímeros. No mueren, no, las estrellas.

Los “astrónomos profesionales y aficionados están observando una disminución en el brillo de Betelgeuse que acabará explotando como supernova en un futuro no muy lejano” (Sinc).

No sé: otros afirman que “la estrella Betelgeuse no se desvanece, sólo está cubierta de polvo; la enigmática estrella Betelgeuse, que se oscureció temporalmente en los últimos meses, no sufre un proceso de desvanecimiento previo a un estallido de supernova, sino que ha quedado envuelta en polvo”. (Europapress)

Betelgeuse (conocida como α Orionis o HIP 27989) habita la constelación de Orión,  es la novena estrella más resplandeciente del cielo y su tamaño es 1.400 veces el tamaño de nuestro sol. Y mientras unos estaban ya firmando su acta de defunción, otros dicen que le quedan 100.000 años.

Me encojo de hombros. Para mí, para ella, para mis estrellas eso es parecido al infinito; incluso a dos infinitos. No mueren las estrellas cuando un sueño – los sueños son irromplibles – las orbita en el corazón que les puso un nombre menos complicado: apenas una letra a cada una.

Idea fuente: los surcos que conforman dos estrellas en un árbol de la calle

Música que escucho: Don’t Let The Sun Go Down On Me, Miley Cyrus (2018)

José Ángel Domínguez Calatayud

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