Me reenvían un whatsapp con un audio invitando a enviar cartas a las muy solitarias personas hiperconfinadas en la UCI. Una gran idea para llenar de ánimo a quienes sólo reciben la visita del médico de turno, y únicamente dos veces al día. El resto del tiempo están más solas y solos que la una.

Es una muestra más de esas pequeñas acciones valiosas, muchas, que se están poniendo en práctica con ocasión del coronavirus.
Vimos los ofrecimientos de jóvenes a sus vecinos mayores para hacerles la compra de los imprescindibles. Sabemos de hoteles que ofrecen su camas a enfermos. Otros dan clases por skipe. O la santa misa por streaming. Algunos emiten ingeniosos memes que respetan a los enfermos sin dejar de llenar de gracia la desgracia sobrevenida de estar encerrados.
Más pequeñas pero muy valiosas por cercanas son las acciones en el propio hogar realizadas sin aspavientos pro quienes antes hacían nada o muy poco en la propia casa: orden y limpieza son dos prioridades para familias encerradas.
Y he dicho valiosas porque llevan dentro con naturalidad el cariño a los que viven bajo el mismo techo.
Valiosa es siempre, independientemente del peso material o el resultado físico, toda acción humana originada, desarrollada y consumada, desde la recta intención con el deseo de mejorar, perfeccionar lo que existe.
Desde luego, dentro de esos criterios básicos, el valor crecerá con la mayor competencia. No puede pasarnos lo que cuentan de la persona que limpiaba la casa de Unamuno. “Ya está, D. Miguel: ya tiene usted ordenados los libros de la biblioteca por tamaños y colores”.

A lo mejor te queda una rato para escribir a esa personas a la que no ves hace tiempo pero de la que te sientes deudora – un maestro, un mentor, un director de tesis o una amiga del alma – y recordar juntos algún bello momento. No digo dejar de ver el telediario, pero el barco con el mismo rumbo hacia la misma roca se hará añicos. Sal de esto. Llámale y comparte una memoria de felicidad. Lo que fue, fue hermoso y hay detalles estupendos que se olvidarían si no lo habláis. Tú no olvides.
Porque esto, el confinamiento, tiene pinta de que va para rato. Y ofrece oportunidades para dar lo mejor de uno. Si no lo intentamos, encerrado cada uno en sí mismo causará – y se causará – daños de difícil solución. Espero que sin llegar al solipsismo, (del latín «[ego] solus ipse»), “sólo yo existo”, que es la negación de la realidad por enfocarse en uno mismo como lo único real, o al menos digno e interés. Más dura será la caída.
Mejor triunfamos, ¿no les parece?

Idea fuente: un audio para escribir cartas a solitarios e incomunicados de UCI
Música que escucho: Triunfamos, Los Panchos (1992)
José Ángel Domínguez Calatayud